«Una constante de los diarios de escritores es que otros se encarguen de publicarlos póstumamente. Estas publicaciones podrían dar la impresión de ser una violación de la intimidad del diarista; pero no cabe duda de que; al conservarlos; el escritor está indicándonos que es consciente del valor intrínseco que tienen. Eso es aún más evidente en el caso de Alejandra Pizarnik; ya que conservó sus cuadernos hasta el último momento»; comenta Ana Becciu en la nota que acompaña esta nueva edición; corregida y ampliada; con muchos fragmentos reveladores que hasta ahora nunca habían visto la luz; de los diarios de una mujer que convirtió su angustia en un destilado de palabras duras y hermosas. Su obsesión por escribir; sus dudas; y sus ganas de comer; fumar y amar con voracidad hasta que el cansancio la derrumbaba... todo quedó apuntado en cuadernos y papeles sueltos que por fin han encontrado su lugar. Aun hoy; cuando ya se han cumplido cuarenta años desde de su muerte; la voz de Pizarnik acompaña al lector en un viaje donde la literatura importa y la vida duele. «A veces me gustaría registrarme por escrito en cuerpo y alma: dar cuenta de mi respiración; de mi tos; de mi cansancio; pero de una manera alarmantemente exacta; que se me oiga respirar; toser; llorar; si pudiera llorar.» Alejandra Pizarnik; París; 3 de agosto de 1961