¿Por qué insistimos los seres humanos en separarnos del mundo? ¿Cuántas fronteras trazamos en pos de ello? Geográficas, sí, pero también ideológicas, físicas, sexuales. Cruzarlas, o mejor transgredirlas, supone un riesgo alto para quien tiene el valor. Niña. Mujer. Lesbiana. Machorra. No-mujer. No-lesbiana. Colombiana. Mestiza. Feminista. Migrante. La identidad se escinde como el territorio mismo. Frontera viva explora las razones que impulsan a una persona a dejar su hogar, el miedo omnipresente en cada paso del camino y la complejidad de la salud mental en el proceso. El testimonio de Catalina Correa-Salazar da voz a aquellos que viven las migraciones entre mundos, cargados de esperanzas y contradicciones, de un país de origen que se queda atrás y un país de acogida que exige adaptación.
El límite entre la raíz y las ramas; cruzar y llegar. A donde se vuelve. Donde viven los recuerdos. De hecho, las tierras fronterizas están presentes de forma física siempre que dos o más culturas se rozan, cuando gentes de distintas razas ocupan el mismo territorio, cuando la clase baja, media, alta e infra se tocan, cuando el espacio entre dos personas se encoge con la intimidad compartida. Catalina Correa-Salazar