Al mostrar orgullo por su “sangre guaraní”, Maradona reivindicaba sus raíces correntinas, el linaje de Doña Tota y Don Diego, ambos nacidos y criados en Esquina, un territorio atravesado por la cultura guaraní, constituido en gran medida por la presencia indígena, milenaria, que aún late en distintos puntos de esta Latinoamérica herida de genocidios disfrazados de conquistas.
La sangre guaraní, además de nutrir la identidad de Maradona, palpita también en la historia misma de ese deporte que encontró en Diego su mejor exponente. Y aquí es donde surge otra leyenda menos contada: la del fútbol como un invento guaraní. Documentos históricos sostienen que, mucho antes de que los ingleses se arrogaran la creación del fútbol, los indígenas guaraníes ya practicaban en la selva aquel juego, con una pelota de caucho, reglas y destrezas que recuerdan al fútbol actual.
“Los guaraníes inventaron el fútbol” postulan en San Ignacio Guazú, un pueblo paraguayo que hoy reclama su reconocimiento mundial como cuna de este deporte. Allí, en San Ignacio Guazú, se creó en 1610 la primera de las reducciones jesuíticas que se extenderían por toda la región.
Este libro surge como un intento de entrelazar tramas que parecen ajenas entre sí, pero que están fuertemente unidas por naturalezas comunes.